viernes, 3 de julio de 2009


Si la tristeza te da caza te alcanza y te da
desesperanza
Y el aburrimiento te cerca
ciego
Seguí el consejo que sigue al poeta
borracho
Que sigue a su padre muerto:
Si el alma se te llena
de cosas inútiles
se te llena de sueños perdidos
Recorda el consejo
Este consejo
Este
No hay remedio mejor
lugar mejor
que el campo de batalla
Cualquiera
Cualquier batalla
Una carabina en un abrazo
Un campo arrasado
Y una bala con destino

Así que
Adiós adiós a todos
no me lloren volveré
un día de suerte estaré
de vuelta

Algún día volveré

(Tom Waits, versión libre)

Bala, bala el Balaam papá
amante de la guerra que trae
paz al guerrero
quietud al temor del otro fogonazo de luz
lejos va el guerrero a por paz los muslos doloridos
el campo santo el campo de batalla
carabinas bala el viejo
impotente
carabinas y adiós a las penas
no hay miedo comparable al de las trincheras
cuando corre como río la sangre
río dice y río ríe
no hay miedo comparable ríe y no hay
miedo entonces
bala la oveja la bala en la cabeza la luz en la lana
del pelo blanco
el don el regalo.

El sargento tambor William Drinkwater sirvió a la armada británica
27 años y 283 días
Se enlistó a los 14 en el 92° Highlanders en Westminster
con el número 1962 y fue dado de baja por la bala
que se le alojó
en el cráneo
durante el motín en Bairamghat in Oudh.

Amotinado irregular bien dice
Pone el ojo pone la bala
El ojo del cielo el ojo del mundo
El aire quemado la estela blanca
Viene la bala delante del humo
Hiende el aire y es aire y agua
lo que la siguen dentro de su cabeza
Pulposa la recibe y la guarda
Yo te guardo llena de plomo eres.

La historia completa de la familia Drinkwater en:
http://triplealianzadrinkwater.blogspot.com

El ombligo del mundo

Flota en el río y es operado el sargento tambor.

Ofelia de uniforme se pasea río abajo
Los pensamientos esparcidos
alrededor de la cabeza en el río
Corona de flores lotos girando alrededor
Parece ahogado el tambor parece muerto
Pero sueña
El agujero en la cabeza
un pez que mordisquea y se lleva
algunas palabras
La bala del balaam negro que se unta de sangre
Duerme el niño tambor se lava y borbotea su seso
fluye en su cabeza el agua del Ghagra y
para siempre lo empapa
Papá con bala de río queda siempre flotando
y para siempre soñando.

“Esta es la bala que te doy” - me dijo.
“Este es el don”

Ignatius busca un paisaje anterior a la batalla
Tiene las cartas en sus manos y una sóla regla de oro
Un territorio pobre de historia
Una historia tan pobre por escasa
Que casi ni cuente
Ni se cuente
Un cuento tan vírgen como él
Ignatius elige y no sabe
Como cualquier extranjero no sabe
Ignatius elije
Su guerra y su patria
Ignatius no sabe y elige
Y eligiendo su patria se queda
Para siempre eligiendo y
Para siempre extranjero

El barco estallado escorado es tomado
por la corriente.
Se aleja entre fuegos y humos
de maderas telas sogas ratas
carne humana y pieles.
Se aleja gruñendo y se lamenta
el maderamen tomado por las llamas.
Y la selva
le devuelve el griterío:

Son los monos que
azorados contemplan un aquelarre
único.
Un espectáculo que la selva no podrá olvidar.
Que queda
en la leyenda de hombres y palmípedos.
Que es hablada
por unos y otros.

Y lo será hasta que la selva los silencie a todos.
Y a sus descendientes.
Hasta que la selva olvide.

Dejarme ir y cerrar así brevemente
mi destino.
¿Deshacerme entre sus dedos delicados para
deshacer la fuerza que me lleva
a mi con mi bala
a fundar lo incierto?
Fríos sus deditos acarician mi pie
Y este por si mismo
por su propia voluntad
decide
de una patada hace rodar a la finada
fuera de la rueda
al vacío
abajo
al que se desploma
como un saco de huesos.

Decide así mi pié por mí.
El es cosquilloso
yo tal vez
no.

Entonces el escribiente prueba la pluma entintada
en su propia piel
en un brazo tan marcado
por las arrugas de una edad provecta
como por las rías de tinta
que recorren esos valles carnosos.
Detiene la pluma entintada de negro
en el aire húmedo de la maleza.
Tinta negra sobre pluma blanca.
Y, sin pensar
vacío de pensamiento propio
de necesidad
de propósito
escribe en el pergamino de hombre
cuidando la forma
de una caligrafía trabajada y hermosa
escribe lo que le dicta una voz
escribe la voz de una guerra.

Como frutos deformes de la tierra húmeda
las vísceras de los pequeños se vuelven paisaje.
Flores los ojos abiertos
y arrancados.
Hojas las lenguas estiradas.
La muerte desnuda de ideales a los cuerpos.
Lo que no debe ser visto
es ahora bañado por un sol leve y verdoso.
Ligamentos y músculos se enredan
a los troncos de los árboles
y la grasa encharca los huecos
entre las malezas venenosas.
Tanto que se desvela en la naturaleza
profunda y horrible de toda belleza.

La selva se detiene abrupta
donde congéneres árboles
cortados
tomados para la causa
pelados a hachazos
celebran el ingenio del hombre
en cientos de estructuras.
Carpas mangrullos cocinas.
Casuchas donde detener la selva.
Donde se detiene la guerra
donde se recuerda la casa.
Troncos desbastados firmes.
Perros guardianes.
Soldados del orden.
Soldados y perros
a su sombra incompleta.
Ladran jubilosos los perros
al paso de la formación
perfecta geometría concertante
de la escuadra militar.
Vistosos los hombres en la parada
exhibiendo sus mejores ropas y armas de batalla
elegantes modelos argentinos
en la pasarela viril
de espaldas a la selva
y sus intrincados pasajes.
De espaldas al enemigo
que no desfila
que espera en los bordes
con cuchillos entre los dientes.
Con un ejército de flacas calaveras
de lenguas rojas
impacientes y rezongonas
que espera en los bordes
a que sus hombres
sus fieles inocentes
comiencen la obra.
La representación de la muerte
la batalla arrasadora
que conquiste para ellas
caracúes y almas bellas y educadas
para manosear las vértebras
y sacudirlas en un cubilete
de cuero
mezlcándolas y preparándolas
para un nuevo armado.
Un entramado diferente
de cuerpos despojados
de su anterior estado
antropomórfico
imagen y semejanza, dicen
de un creador
que los crió armoniosos y nobles.
Esperan las lenguas muertas
sorber de esos huesos
cuando la forma del hombre
sea violada por la naturaleza grotesca
de los machetazos a mansalva
y los empujones y desgarramientos del combate.
Multitud de nuevas formas y
combinaciones de cuerpos
derrotando la lógica de los tratados
de anatomía
de los estudios
con que los antiguos
definieran conceptos.
Esperan los paraguayos
a las puertas de la selva
en el linde con la naturaleza educada
a que los argentinos
en su eterna y confiada elegancia
terminen los desfiles y
las rutinas hermosas de la guerra
anterior a la batalla.

A vuelo de pájaro
se ve la selva retroceder
al paso veloz de esa caballería
que de un momento para otro se torna suicida
abandonada en medio de su carrera
por la gran mayoría de la soldadesca
que a las órdenes de los viejos oficiales
clavan las guampas con fiereza
giran en redondo
y vuelven al campamento
en retirada.

Avanzan los argentinos
en dos direcciones
que indican destinos diferentes:
Contra el enemigo van los hermosos
los puros
guiados por el extranjero patriota.
Y vuelven sus espaldas al
fragor y fuego
los demás
que se cobijan en brazos
del orden cerrado de un desfile
que de inmediato conmemora:

“La derrota honorable de nuestras tropas, inferiores en números pero superiores en ardor guerrero”

Entonces no lloremos por ellos
los héroes de la patria
que se desangran
en el campo enemigo
mientras son ejecutados
uno a uno con un tiro de gracia
o un machete desafilado.
No lloremos porque ellos volverán.
En los cuadernos de la infancia
en la emoción de los guardianes de la patria
que
con los ojos desbordantes de agua
salada
desfilan a los pies del mangrullo
mientras el argentino arrugado
depilado,
con un ojo complacido los alaba
y con el otro
atento
vigila
el humo que sube del frente enemigo
y la algarabía del triunfo paraguayo.

Voló la bala
que el Balaam negro
de papá
dispensó alguna vez
a un soldado colonial
en huída
en un río
en otro mundo.
Cruzó el mar
-la bala-
y una selva
en la carabina de un hijo huérfano
para encontrar
un destino miserable
en las entrañas
de un extraño depilado
bufón arrugado
de una patria esquiva.
Entonces, no me lloren
porque voy a volver
algún día de estos
un día de suerte
me verán volver
de frente al sol
entre las nubes blancas
de un cielo azul.